lunes, 10 de mayo de 2010
Algunos detalles técnicos y de conducción.
Más de 8.400 km entre ida y regreso.
El vehículo utilizado fue una Chevrolet Blazer todoterreno modelo 2007, motor turbo diesel de 2,8 l de cilindrada.
De antigua tecnología, carece de computadora de a bordo y ESP. Su doble tracción con caja reductora se selecciona mediante teclado con opciones de 2Hi, 4x4Hi y 4x4Lo.
El depósito de combustible de 70 litros resulta más que suficiente considerando un consumo mixto de 13 litros de gasoil/gasóleo cada 100 km.
Su escasa aerodinámica y atraso tecnológico hacen variar sustancialmente los consumos según velocidad, peso transportado y dirección del viento.
Como ventaja, esa "precariedad" tecnológica del motor se tornó admirable e indispensable ante frecuentes suministros de combustible de muy baja calidad. Pese a ello, durante los más de 8400 km de travesía, con fríos extremos y caminos tan desolados como destruidos, no presentó inconveniente alguno.
La presión de los neumáticos fue de 45 psi (libras/p) / 3,1 bar, considerando que tuvieron buen comportamiento en el transcurso de la multiplicidad de terrenos agresivos y la carga que se sumaba a sus dos mil kg de tara. El mayor inconveniente se manifestó sobre hielo, donde hasta mi calzado me traicionaba…
El aporte de un GPS ha sido valioso en muchísimas oportunidades. En este sentido, resulta notable la distorsión de sus mediciones a medida que uno se aproxima a latitudes Sur. La mayoría de los satélites de posicionamiento global se utilizan al Norte.
He optado por la tracción simple (trasera) más de lo que hubiese correspondido. Sólo se recurrió a la doble tracción ante necesidades especiales (hielo, camino abrupto o de tierra suelta). Sin pretensión de exactitud, creo que no hemos empleado 4x4 más de 250 km.
Los estilos de conducción de la población varían según las zonas. Hay una característica común: en ningún lado observamos un generalizado cumplimiento de las leyes de tránsito, aunque en Chile resultara más alto que en Argentina.
A favor: en los caminos o rutas más desolados, quien se cruza con un vehículo suele saludar y (si alguno está detenido) inmediatamente se acercan para verificar que no se requiera de asistencia. La solidaridad se basa en que todos saben que puede ser la única oportunidad en que un vehículo se encuentre con otro.
Hay un vicio muy gracioso, en su mayor parte ejercido por los conductores de camiones: cuando uno se encuentra detrás de ellos, gentilmente indicarán, mediante el intermitente de giro, cuál es el momento oportuno para el sobrepaso.
No intentemos descifrar por qué a veces usan el intermitente derecho y otras el izquierdo (el mito local establece que el derecho debería indicar la oportunidad de sobrepasar), ya que … ¡todos lo hacen de distinta manera!
Recomendación: obviar las señales, obrar únicamente sobre la base de la conducción preventiva y … agradecer la intención del conductor del camión.
Estrategia de partida.
Dado que contábamos con tiempo limitado y expectativas altas, el “viaje de ida” lo planeamos como una etapa de “devorar” kilómetros: recién cuando estuviéramos en El Calafate iríamos graduando las recorridas turísticas.
Para evitar el endemoniado tránsito de Buenos Aires, decidimos partir un Domingo por la tarde para hacer la primera escala en Bragado (175 km). Esto nos permitiría sentir que “el viaje había empezado” y afrontar por la mañana siguiente el trayecto de las Cuatro Provincias: Buenos Aires, La Pampa por Ruta Nacional N°5, Río Negro y Chubut, donde pernoctaríamos en Puerto Madryn (1.159 km).
A partir de Santa Rosa, el paisaje desértico se extendió interminablemente, sólo interrumpido por los Ríos Colorado y Negro, con rincones verdes que supimos apreciar.
No transitábamos rutas comerciales, de manera que había que considerar cuidadosamente la provisión de combustible. La telefonía celular estaría ausente en la mayor parte del trayecto y resultaba extraño cuando nos cruzábamos con algún vehículo.
Llegamos a Madryn para cenar y descansar.
Si un plan puede fallar...
Una de las premisas del grupo era prácticamente el primer mandamiento del turista “No madrugarás en vano”.
El recorrido de la mañana siguiente comprendía 1.145 km, con la intención de pernoctar en Puerto Santa Cruz.
Salimos de Madryn cerca de las 11 de la mañana, enfrentando la Ruta Nacional N°3 con viento en contra. Esperábamos cargar combustible en Comodoro Rivadavia (polo petrolero destacado de la Argentina), distante a casi 450 km.
Todo el grupo se sorprendió cuando percibió que dismunuía la velocidad y que circulábamos a 60 km/h por una ruta asfaltada y desierta. La luz indicadora de falta de combustible nos hizo transpirar durante más de una hora, hasta que conseguimos cargar nuevamente.
Ironías del jugo de dinosaurio: ¡Casi nos abandona en su propia tierra!
Salimos de Comodoro Rivadavia con el tanque lleno y las panzas vacías (para evitar la pérdida de tiempo decidimos que compraríamos algo en Caleta Olivia).
El recorrido de la mañana siguiente comprendía 1.145 km, con la intención de pernoctar en Puerto Santa Cruz.
Salimos de Madryn cerca de las 11 de la mañana, enfrentando la Ruta Nacional N°3 con viento en contra. Esperábamos cargar combustible en Comodoro Rivadavia (polo petrolero destacado de la Argentina), distante a casi 450 km.
Todo el grupo se sorprendió cuando percibió que dismunuía la velocidad y que circulábamos a 60 km/h por una ruta asfaltada y desierta. La luz indicadora de falta de combustible nos hizo transpirar durante más de una hora, hasta que conseguimos cargar nuevamente.
Ironías del jugo de dinosaurio: ¡Casi nos abandona en su propia tierra!
Salimos de Comodoro Rivadavia con el tanque lleno y las panzas vacías (para evitar la pérdida de tiempo decidimos que compraríamos algo en Caleta Olivia).
Adaptación y cambio de escala.
Los que saben dicen que no se puede…
Tanto en la estación de servicio como en el puesto policial nos advirtieron que para ir a El Calafate lo hiciéramos vía Río Gallegos, por asfalto. Las “rutas” provinciales de piedra y ripio carecen de mantenimiento (se acercaba la temporada invernal) y tanto el viento intenso como las lluvias suelen “barrer” con partes de sus trazados.
Por esos lugares aprendimos que suele ser inútil preguntar por el estado de los caminos a quienes viven en la zona: frecuentemente desconocen aquello que está a más de treinta pasos de distancia. Por supuesto que ese pequeño detalle no les impide describir cuidadosamente cada centímetro del camino requerido, aunque no posean la más mínima idea al respecto.
La meseta patagónica nos vio transitar la ruta 288 durante 460 km de piedra suelta, con vientos laterales que obligaban a bajar la velocidad: al recibir una ráfaga, la camioneta se “espantaba” sobre un piso que asemejaba bolillas de piedra.
Soledad y fauna autóctona durante horas. Precaución ante frecuentes cruces de ñandúes (uno de ellos le pasó el “plumero” al frontal de nuestro vehículo) y guanacos que no habían sido entrenados para evitar el tránsito, ya que… los únicos que transitábamos éramos nosotros.
Detención para devorar unas empanadas (compradas en Puerto Santa Cruz) dentro de ese paisaje hosco y maravilloso al mismo tiempo.
El asfalto nos recibiría para llegar a El Calafate.
Los Andes australes empezaron a dibujarse frente al parabrisas y asomaron los primeros lagos…
El Calafate – Glaciar Perito Moreno y primeros pasos en el paraíso.
Al ingresar a la Ruta 40, asfaltada desde Tres Lagos hacia el Sur, ratificamos que El Calafate en sí no es más que el centro urbano donde reside la infraestructura hotelera y gastronómica para quienes buscan servicio.
La urbanización, a orillas del Lago Argentino, no es vistosa ni responde a un estilo definido.
La importante concurrencia turística europea, estadounidense y del lejano Oriente se fundamenta en atractivos que se encuentran entre 65 km (Glaciares Perito Moreno y Upsala)y 280 km (El Chaltén, Monte Fitz Roy y Laguna del Desierto).
Toda la ciudad ofrece los más variados y eficientes servicios para admirar esos paraísos… a precios de Tokio..
Mal pueden algunas fotografías reflejar la majestuosidad imponente de los glaciares, la diversidad de conformaciones topográficas y climáticas que se presentan. Apenas uno bordea la ladera de una montaña y deja la planicie, ingresa al bosque húmedo que bebe lluvias que llegan desde el Pacífico.
Menos aún puede reflejarse el efecto hipnótico que se produce frente a la masa de hielo y sus rupturas explosivas.
Al fin, las inmensas distancias que hemos recorrido nos recompensan con creces…
Momento de decisiones. Nos transformamos en “ilegales”
Nos acercábamos a la mitad del tiempo previsto para las vacaciones y había dos opciones: dirigirnos hacia el Norte por la Cordillera (rumbo a Esquel) o lanzarnos al “Fin del Mundo” (Ushuaia).
La primer alternativa tenía como ventaja un trayecto desconocido y de casi nulo tránsito por inciertos caminos de montaña, sin refugios o estructura vial conocida. La sensación adversa radicaba en que –inexorablemente- significaba orientar la proa hacia Buenos Aires, y un amargo sabor a “vamos de regreso” nos empastó las bocas.
Retroceder, nunca. Transitar rutas comerciales, jamás (mientras se pudiera evitar…)
Partimos temprano (uno de los pocos madrugones de la travesía) para abandonar pocos cientos de kilómetros después el asfalto y recorrer varias horas una ruta de piedra hacia Paso San Gregorio (límite con Chile).
Allí fuimos declarados “ilegales” por unos minutos: sin advertirlo, atravesamos la frontera obviando los trámites de salida desde Argentina. Cuando presentamos nuestra documentación en el puesto de ingreso a Chile, la Policía de Seguridad se escandalizó porque no teníamos las certificaciones de Gendarmería y Aduanas de Argentina: “Tienen que volver para hacer los papeles allí, no sé cómo los van a recibir porque ustedes egresaron en forma ilegal…”
Una hora más tarde, todos “los papeles” estaban en orden y los neumáticos rodaron rutas chilenas.
La primer alternativa tenía como ventaja un trayecto desconocido y de casi nulo tránsito por inciertos caminos de montaña, sin refugios o estructura vial conocida. La sensación adversa radicaba en que –inexorablemente- significaba orientar la proa hacia Buenos Aires, y un amargo sabor a “vamos de regreso” nos empastó las bocas.
Retroceder, nunca. Transitar rutas comerciales, jamás (mientras se pudiera evitar…)
Partimos temprano (uno de los pocos madrugones de la travesía) para abandonar pocos cientos de kilómetros después el asfalto y recorrer varias horas una ruta de piedra hacia Paso San Gregorio (límite con Chile).
Allí fuimos declarados “ilegales” por unos minutos: sin advertirlo, atravesamos la frontera obviando los trámites de salida desde Argentina. Cuando presentamos nuestra documentación en el puesto de ingreso a Chile, la Policía de Seguridad se escandalizó porque no teníamos las certificaciones de Gendarmería y Aduanas de Argentina: “Tienen que volver para hacer los papeles allí, no sé cómo los van a recibir porque ustedes egresaron en forma ilegal…”
Una hora más tarde, todos “los papeles” estaban en orden y los neumáticos rodaron rutas chilenas.
Legales y en Chile. Puerto Natales – Punta Arenas – Cruce del Estrecho de Magallanes
Una mención especial al estado de las rutas y caminos en Chile. Sin opulencia, con criterio y buen mantenimiento. El estilo de conducción en rutas y ciudades chilenas es mucho más respetuoso que en la Argentina. Con la complejidad que el clima y el terreno plantean, hasta los caminos de ripio en Tierra del Fuego estaban señalizados correctamente y (salvo la parte que habitualmente utiliza el transporte comercial, camino que haríamos de regreso) las máquinas viales los mantienen sin “serruchos”.
Punta Arenas posee una actividad comercial importante, derivada de exenciones impositivas y beneficios que anteriores gobiernos establecieron con el objeto de desarrollar ese confín austral.
Cruzamos desde esa ciudad hacia la localidad de El Porvenir en un ferry/transbordador que brinda un único servicio diario. El mayor flujo de transporte desde y hacia la isla se focaliza a casi 170 km, en Punta Delgada, desde donde zarpan servicios cada 45 minutos todos los días, dentro de los horarios en que operan los servicios de aduanas y migraciones de ambos países.
Lamentablemente, a ambos lados del Estrecho hemos visto campos minados, debidamente señalizados, tristes recuerdos vigentes de los preparativos bélicos de 1980 y 1981 por los conflictos limítrofes entre ambos países.
¡Llegamos a Ushuaia!
Ingresamos a la Provincia de Tierra del Fuego del lado Argentino a través del paso de San Sebastián, trámites de aduanas y migraciones mediante. En ninguno de los cuatro cruces de fronteras que hay que realizar para ir y regresar desde la Argentina continental hasta Ushuaia (Argentina insular), existen puestos unificados o acuerdos espciales. Si bien los trámites no son especialmente engorrosos, se requiere siempre la documentación completa tanto de los viajeros como del vehículo y del conductor.
Hemos tenido mejores experiencias atravesando siete países de Europa y hasta nos resultó sencillo (en otras oportunidades) el cruce desde y hacia Uruguay.
Lamentamos que el tan mentado Mercosur que figura hasta en nuestros pasaportes no aplique para estas circunstancias.
Apenas ingresamos al lado argentino, 292 km asfaltados nos separaban de Ushuaia, la ciudad más austral del planeta, que gusta denominarse “Del Fin del Mundo”, tanto por su condición como por la cercanía con el sitio en que Julio Verne localizó sus aventuras de “El Faro…”.
Pasamos por Río Grande (planicie) y tomamos camino a Tolhuin. A partir de allí, el Lago Fagnano, el Lago Escondido, caminos altos, lloviznas y… la Bahía de Ushuaia a nuestra vista!
Retirada forzosa.
Hermosos rincones, sensaciones intensas y ganas de descubrir más allá. Nuestro más sincero reconocimiento al confín Sur de América.
Teníamos previsto recalar tres días enteros y emprender el regreso al cuarto, cuando empezó a nevar.
Un verdadero placer que sorprendió (fines de Abril) a nosotros, a los Fueguinos, a la Policía Provincial y … ¡a la Dirección de Vialidad!
El penúltimo día, de paseo hacia una estancia, la policía había cerrado la única salida de la ciudad hacia el Norte. Cordialmente nos informaron que la acumulación de nieve no era tan grave, sino que se había helado.
La única salida de la ciudad hacia el Norte… Nuestro camino de regreso…
Le explicamos al oficial que al día siguiente (martes) deberíamos regresar hacia Buenos Aires y nos replicó con experimentada serenidad que estaba previsto “mal tiempo” hasta el Domingo.
Nos sugirió que llamáramos por teléfono cerca de las 13:00, era probable que a esa hora las máquinas liberaran el camino parcialmente.
Cuando lo hicimos, nos advirtieron que sólo se permitiría circular hasta las 14:00.
Inesperada y frenéticamente cargamos el equipaje y partimos de allí.
El camino estaba realmente complicado.
Cerca de 500 km y el Estrecho de Magallanes nos separaban de Río Gallegos.
Regreso con gloria.
La salida abrupta de Ushuaia no había sido en el horario adecuado, La frontera nos recibió con las últimas luces y el camino nocturno del lado chileno de la isla estaba especialmente deteriorado.
Dormimos en Río Gallegos y el cansancio nos ganó.
Casi al mediodía, la disyuntiva era realizar una travesía de más de 1.200 km hasta Puerto Madryn (con el objeto de aprovechar la jornada siguiente para conocer la Península de Valdés y sus legendarios rincones), o disminuir el esfuerzo y encaminarnos prudentemente hacia Buenos Aires sin más detenciones que las necesarias para descansar.
Aún hoy dudo de la decisión tomada.
El esfuerzo de atravesar semejante distancia, con una partida tardía, ¿nos recompensaría con un día de solaz y excursiones por la zona de la Península?
Confieso que el humor dentro de la camioneta se había agotado cientos de kilómetros antes de la llegada a destino. El más mínimo chispazo podía desatar una explosión.
Resultó bien, de acuerdo, pero muy tarde a la noche nuestros cuerpos se derrumbaron debido al exagerado trajín.
Antepenúltimo día de vacaciones por la Reserva Natural, Punta Norte, Puerto Pirámides y costas con animales que (pese a haber finalizado la temporada de reproducción) aún se exhibían ante nosotros.
El camino de regreso lo transitamos por rutas distintas del efectuado a la ida, y pasamos la noche en Villa Ventana, maravilloso lugar de la Provincia de Buenos Aires que nos agasajó en una despedida gratificante por sus paisajes, su tranquilidad serrana y su excelente hotelería, aún aislada del mundo, donde por la noche las estrellas iluminan y el silencio… se puede escuchar.
domingo, 9 de mayo de 2010
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