lunes, 10 de mayo de 2010

Regreso con gloria.




La salida abrupta de Ushuaia no había sido en el horario adecuado, La frontera nos recibió con las últimas luces y el camino nocturno del lado chileno de la isla estaba especialmente deteriorado.
Dormimos en Río Gallegos y el cansancio nos ganó.
Casi al mediodía, la disyuntiva era realizar una travesía de más de 1.200 km hasta Puerto Madryn (con el objeto de aprovechar la jornada siguiente para conocer la Península de Valdés y sus legendarios rincones), o disminuir el esfuerzo y encaminarnos prudentemente hacia Buenos Aires sin más detenciones que las necesarias para descansar.
Aún hoy dudo de la decisión tomada.
El esfuerzo de atravesar semejante distancia, con una partida tardía, ¿nos recompensaría con un día de solaz y excursiones por la zona de la Península?
Confieso que el humor dentro de la camioneta se había agotado cientos de kilómetros antes de la llegada a destino. El más mínimo chispazo podía desatar una explosión.
Resultó bien, de acuerdo, pero muy tarde a la noche nuestros cuerpos se derrumbaron debido al exagerado trajín.

Antepenúltimo día de vacaciones por la Reserva Natural, Punta Norte, Puerto Pirámides y costas con animales que (pese a haber finalizado la temporada de reproducción) aún se exhibían ante nosotros.

El camino de regreso lo transitamos por rutas distintas del efectuado a la ida, y pasamos la noche en Villa Ventana, maravilloso lugar de la Provincia de Buenos Aires que nos agasajó en una despedida gratificante por sus paisajes, su tranquilidad serrana y su excelente hotelería, aún aislada del mundo, donde por la noche las estrellas iluminan y el silencio… se puede escuchar.

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